Después de tres días de pesca consecutivos sin capturar pieza alguna, y con la moral un poco baja, este viernes le pedí a mi amigo Javi, que andaba por Santander, que me recogiese un carrete que tenía allí encargado, así que esa noche decidí quedar con el para echar un ratillo las cañas y de paso recoger el carrete.
Al llegar al pesquero me encontré con toda la cuadrilla, Javi estaba con su hermano Nacho y con dos amiguetes, Juan y Josu, por lo que plantamos allí once cañas y, como viene sucediendo últimamente, a excepción de un par de pequeños sargos que capturo Nacho, ni picada.
Así que decidí alejarme un poco de ellos y poner de cebo unos cuantos cangrejillos licrados. Al rato, con el rabillo del ojo note una picadita y me acerque a la caña, según miro la puntera observo un tremendo tirón en ésta y la chicharra del carrete comienza a cantar, en cuanto clavé noté que era un buen pescado y le grite a Javi que trajera la sacadera, pero no se dio demasiada prisa. Mientras, el pescado me daba una preciosa pelea y Javi, percatándose de la situación, llegó corriendo, pero la lubina ya estaba muy cansada y prácticamente ni se movía cuando la metió la sacadera, aun así el pobre Javi se mojo entero.
Si no es por lo fino que anduvo Javi con la sacadera, y lo cansada que estaba la lubina, podría haberse
Si no es por lo fino que anduvo Javi con la sacadera, y lo cansada que estaba la lubina, podría haberse
escapado porque estaba clavadita justo de la piel del labio.
Esperemos que sea la primera de muchas, para compartirlas con los que seguís este blog.