Al día siguiente de la fiesta de mi padre, el sueño y el cansancio no pudo con nuestra afición y repetimos los tres mosqueteros, Miguel, Manu y el que escribe.
Fondeamos en la primera puesta del día anterior, y las picadas se repetían con resultado fallido, nuestra impresión fue la de un banco de sargos que nos hizo trabajar de lo lindo sustituyendo cebos.
La noche Hizo mella en nuestro cansancio y Manu y yo nos disponíamos a echar una cabezada dentro de la cabina pero una potente carretada nos quito el sueño de golpe.
Miguel clavo y desde el principio nos comento que el pez era grande, pero lo curioso fue que la dorada en cuestión, se desplazo a la proa del barco y nosotros con ella, al estar en mas altura desde proa y con las linternas encendidas, la pelea la vimos perfectamante y el animal nos deleito con unas preciosas cabezadas.
Finalmente y casi a traición le metí el salabardo, ya con una buena muestra decidimos recoger y guardar fuerzas para el día siguiente que teníamos planeado y en breve compartiremos con los seguidores del blog.