miércoles, 20 de octubre de 2010

El mar de los pargazos


Hace unas tres semanas, cuando llegué al puerto en Santander, Pete ya me esperaba con todo preparado para salir. El día estaba precioso, sin viento, únicamente la mar de fondo en torno a los dos metros me imponía,  ya que salíamos en una embarcación de pequeña eslora, pero enseguida me acostumbré debido al carácter marinero del barco.
Con el equipo ya preparado y un montón de vinilos colgados por todas partes, comenzamos a lanzar las gomas al agua; las zonas elegidas eran bien conocidas por Pete por lo que en todo momento me orientaba para realizar los lances en la dirección adecuada, así que con un patrón como éste no tardó en producirse la primera picada, que aunque muy potente acabó en forma de una buena dentellada en el vinilo.

 Ciertamente la sonda no marcaba pez pasto en exceso, y pasamos la mañana sin apenas picadas, así que sobre el mediodía paramos para comernos un bocata y recuperar las energías, tras lo cual, Pete decidió probar en otra marca que le daba buena espina.
En esta ocasión, estaba trabajando con el vinilo muy despacio, pero con los tirones muy largos ya que la poca experiencia que tengo me dice que durante la caída el vinilo resulta muy atractivo, hasta que Pete me mira y ve la caña totalmente doblada. Me preguntó que si había enrocado pero no tenia porque contestarle, lo vio en el gesto de mi cara, aun así le dije "esto es un troncho muy serio". No se quién de los dos se puso mas nervioso, pero la primera carretada me pareció interminable mientras que sentía una potencia increíble al otro lado de la caña; me imaginaba un gran dentón, como me paso en julio y Pete me pidió que lo sacara enseguida por favor. Que mas quería yo, pero este jodío no dejó de sacarme hilo a medio camino, como aquel dentón. De repente apareció una mancha rosácea justo debajo del barco, el pez venía muy entero, aún me sacaba línea del carrete y eso que suelo regularlo de tal forma que me cuesta bastante sacarle hilo tirando con la mano. Finalmente lo acerque a la superficie y Pete le metió la sacadera; cuando vi ese pargo tan bonito pegué un grito para liberar toda la adrenalina que me corría por las venas y después nos abrazamos para celebrarlo.

 Necesité un buen rato para recuperarme, ya que todavía no tenía el corazón preparado para emociones tan fuertes, lo seguimos intentando por la zona, pero nada de nada, así que optamos por probar en más calado,  pero finalmente no se produjo ninguna captura más.
Ya de regreso, cuando entrábamos en la bahía de Santander, le saludaron a Pete desde un pesquero, por lo que nos acercamos para hablar con un conocido suyo que estaba embarcado, y nos dijo que tenían alrededor de 600 Kg. de congrios y 4 pargos, el mayor de apenas la mitad del tamaño que el nuestro, y todo esto después de lanzar al agua miles de anzuelos. La semana siguiente Pete me comentó que ese mismo barco con el palangre capturó otro pargo por encima de los nueve kilos; un autentico monstruo con el que soñamos pelear algún día en aguas del Cantábrico.

4 comentarios:

PIRAÑA dijo...

VAYA MONSTRENKOOO¡¡¡¡QUE COLOR ROJIZO MAS GUAPOO¡¡Tiraria como una MOTOO¡¡¡

Juan Urrutia dijo...

Triqui era el monstruo de las galletas, tú, el de los vinilos. Enhorabuena por ese pargazo, que seguro que no será el último.


Un abrazo.

kuko dijo...

Congratulations!!!! como dirian los laredanos: ¡Santu bichooo!!!

Saludos

Anónimo dijo...

ola buenas las cabezas esas que tienes en la fotos e arrib donde las consigues que era para conseguirlas para mi un saludo buenas pescas